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La playa de la Torre (La Línea) |
Ya se acabó lo que se daba. El año pasado me trajo las mejores novedades que me podía imaginar. No sabía que no había escrito en el blog desde que di a luz, se ve que me he dedicado a vivir los momentos en vez de a escribir, pero hoy me he visto otra vez con el impulso de contar cosas.
El 9 de septiembre de 2015 fue a la vez el mejor y el peor día de mi vida. En un momento aprendí lo que es madurar de golpe y también lo que es preocuparte por alguien que no eres tú. Después de dos días de contracciones muriéndome en casa, el parto fue muy bien pero luego hubo complicaciones inesperadas al final. "Problemas de adaptación", lo llaman los alemanes. Por suerte a día de hoy parece un mal sueño y todo eso quedó en nada.
Luego ha sido un no parar. Ni una mísera partida al ordenador he podido terminar (obviamente lo más importante, teniendo en cuenta que me puse de parto jugando al ordenador). Pero a cambio de eso cada vez iba habiendo más cambios y siempre sorpresas gratas. Que si la primera sonrisa, que si el primer "ajó", llevarse el puño a la boca, llevarse los dos puños a la boca, aprender a mamar, aprender a mirar a la cara...
El último mes además hemos estado de vacaciones en España, en el sur, con la familia. He de decir que después de unos días que la cosa se normaliza las he disfrutado mucho más que cualquier otra vez. Tiempo para ver a todo el mundo, para hacer tus cosas, esta vez no mucho para comprar, para descansar e incluso para cebarte a largo plazo.
Pero ya tocaba volver a nuestra casa y aquí estamos.
De hecho, de lo que quería hablar era de que vuelvo a trabajar. El lunes empiezo desde casa unas horillas a la semana. Cualquiera diría que es una gilipollez, incluída yo, pudiendo no hacer nada, pero desde que me llamaron me picó el gusanillo. No sé cómo me apañaré, porque ahora sin abuelos vuelvo a estar tan ocupada con la casa como antes, pero si el Marommo me echa una mano y Rano sigue portándose bien, seguro que sale adelante.
Ya sólo me falta que Perry aprenda a limpiar sus pelos y sería perfecto.
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Vista del Albaycín (Granada) |