Ahora que ya se acercan las Weihnachten, que todo está nevado y que se apetece incluso un Glühwein de vez en cuando, se empieza a notar un poco la morriña.
Va llegando poco a poco, un día es ver los indicios de una cena de Navidad, otro que te has perdido un amigo invisible (aunque aquí lo hemos hecho igual, claro, un Wichteln en toda regla, con regalos buenos y malos, bueno, casi todos buenos), una tarde que un amigo trae turrón de Suchard (aunque en casa nunca lo comas, no importa), y así poco a poco te das cuenta de que tienes ganas de volver a casa.
Me preguntó cómo será vivir en la piel de la gente que pasa las fiestas en su propia casa. Es decir, hay gente a la que va la familia a su casa. Algunos son canarios, pobrecitos, solos pero con su sol y su bañarse en Año Nuevo, jeje, pero otros... ¿son todos abuelos? ¿Hay que esperar a ser abuelo para pasar las fiestas en su propia casa? ¿O simplemente vale con tener a la familia cerca y no tener que viajar para tener esa sensación?
No sé, comprar un árbol y que dure toda la Navidad, montar un Belén y que no sea sólo para decorar en diciembre, el moderno centro-de-mesa-colgador-de-puerta de los alemanes...
Ahora que no sé todavía los planes, si subiré a Madrid, si no, incluso casi el día del vuelo, sólo pienso que al menos se ha cumplido lo que deseé el año pasado: que no hubiera pasado otra Navidad en la que verme de brazos cruzados, esperando mi suerte.
Bienvenida a Alemania, und frohe Weihnachten!
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