Antes de facebook yo no tenía privacidad. Es decir, muy muy al principio sí, porque lo primero que me hice fue un espacio del Messenger, y ahí sólo podían vincluso er las entradas y las fotos tus contactos (realmente casi ninguna diferencia con el caralibro, sólo que no todo el mundo tenía un espacio), pero relativamente poco después, de hecho cómo no al entrar a la universidad durante unos exámenes, me hice el blog que daba más juego con las plantillas.
Ahí ya tuve siempre el dilema de las fotos, pero llegó el caso de poner incluso la dirección a la que me iba a mudar. Está todo en el archivo, siempre digo que lo debería borrar, que qué vergüenza, pero no.
No sé si fue la edad, o el no tener todavía un trabajo, pero estoy casi segura que fue la época, el caso es que daba igual. Total, no lo iba a leer nadie.
Así llegó el Fotolog durante el Erasmus. Sería el afán de integrarme o la abrumadora presencia de gente con gusto por la fotografía, pero entonces fue cuando empecé a poner no sólo fotos de mí o hechas por mí, sino fotos de Internet bonicas (incluso con infracción de Copyright, lo que es aprender mediante el error), y cogí la costumbre que se ha quedado hasta hoy de abrir cada post con mínimo una foto y nunca muchas.
Pero hasta que no llegó Facebook no apareció lo del no subirlas, el filtrar, el no me etiquetes. Ya casi nunca pongo nada que salga alguien más, casi nunca incluso que salga yo misma. Como si no se supiera qué cara tengo, si hasta mi currículum se ha usado como documento público sin mi consentimiento.
Pero algo ha cambiado. Ya digo, igual fue el trabajo, pero creo que aunque sea lo que más se le critique a Mark Zuckerberg, hay que reconocerle que el invento de la privacidad es suyo.
Y si no sólo hay que mirar tuiter, ahí la gente con sus cuentas abiertas y los famosos con sus autofotos (ahora selfies), como si todo diera igual. Ay, pero ay de ti como pongas en tu Facebook una foto abierta de una amiga con una lorza y la etiquetes. Que dios, si hay te pille, confesao.
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