"Todo lo que era sólido", de Antonio Muñoz Molina |
Estoy terminando de leerme el libro de Antonio Muñoz Molina sobre el tiempo en España justo antes y después de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Hoy hablando del Golpe de Estado de 1981 y de la época en que uno se despertaba cada mañana con un atentado de la ETA, casi se me han saltado las lágrimas de camino al trabajo.
La verdad es que en general no va de eso, eso han sido más bien anécdotas.Va de cómo vivimos un espejismo, de que éramos ricos y la riqueza no tenía fin, y cómo nos dimos la ostia y vimos cómo las cosas que dábamos por supuestas se esfumaban. Leer el libro ahora tiene la ventaja de que está escrito con suficiente cercanía a los años de las vacas gordas de 2006 y 2007, pero está escrito igualmente hace un tiempo ya, en 2012, lo que da una perspectiva desde el ahora y hace que se piense... "pobrecitos, lo que les quedaba por ver". En esa época aún pensábamos en GIL y todavía no en Bárcenas. Todavía no se había desmoronado la sanidad pública (tanto) aunque ya estaba empezando la marea verde. El 15-M acababa de pasar y tan siquiera se ha mencionado hasta ahora en el libro.
Ahora que vemos a Ada Colau como posible futura alcaldesa de Barcelona, y no sólo relacionada con la PAH, nos parece más fácil creer que todo aquello era un sinsentido y que obviamente se tenía que derrumbar, pero no es así.
Más o menos me vine a Alemania cuando salió el libro, o al menos ese mismo año. Unos amigos me contaron hace poco que en 2012 les faltamos tres a la boda porque todos habíamos emigrado y no podíamos cogernos las vacaciones alegremente en el nuevo trabajo.
Creo que entonces no hubiera sido capaz de leerme el libro, o tal vez sí. Entonces no sabía que en 2015 al Marommo le seguirían debiendo lo equivalente casi a un sueldo anual desde 2006, a pesar de estar en el juzgado, y que llevaría razón en que la construcción no se iba a recuperar en 5 años sino como poco en 10-15 años. Desde 2009 ya llevamos un tiempo, y ahora es cuando dicen que empiezan a repuntar las hipotecas, entre otras cosas.
Ahora me siento un poco extranjera, el fenómeno de Podemos me ha pillado lejos y empieza a costar hacerme una idea de la actualidad, aunque siga leyendo El País en vez del Süddeutsche Zeitung, como debería.
En el libro se habla mucho por la obsesión por el pasado que se vivía durante la burbuja, el debatir sobre la Guerra Civil. Hoy he leído la noticia sobre que a los judíos sefardíes se les reconocerá la nacionalidad española. Una vez vi un reportaje de cómo algunos de los descendientes acuales de aquellos toledanos del S. XV aún guardan la llave de su casa en Toledo, y cómo tenían intención de usarla para reclamar su propiedad (en el caso de que siga en pie) si alguna vez tenían la oportunidad. La verdad es que no sé si me parece bien o mal que se les reconozca, lo que me parece es antiguo.
Cada vez que hay una catástrofe o un inmigrante tiene un papel destacado (como en el caso de Víctor Muntean), el político de turno se hace una foto con él y le promete la nacionalidad. En algunos casos se cumple, en otros por desgracia no, pero el que se queda al lado, fuera de la foto, se queda siempre sin ella, como cualquiera que llegue nuevo. Con sus problemas, con sus visados, como el médico que trabaja durante la residencia el MIR en España y no se puede quedar a buscar trabajo cobrando el paro cuando la termina como cualquier español. O recibe un buen contrato (hoy en día, en medicina) o elige cobrarlo todo de golpe y no regresar a España en un tiempo o se va sin el dinero a buscar fortuna a otra parte.
No sé si hemos aprendido mucho o poco de la crisis, espero que un poco sí, y no sé si tendré fuerzas alguna vez para volver y jugármela, como se la juegan los que están allí ahora, a salir de la jaula de oro en la que nos hemos metido.
Pero una cosa sí puedo decir, merece la pena leer el libro. Y no lo digo sólo porque cuente cosas de Granada (pocas de ellas son buenas, pero a mí me dan cercanía, claro), sino porque ver un poco el pasado cercano con los ojos de otro también abre un poco los propios. Aunque duela.
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