Este año nos ha sorprendido la vuelta de Navidad con una ola de frío polar a -18 °C y un montón de nieve.
No ha estado mal, teniendo en cuenta que el día de Reyes estábamos en La Línea a + 18 °C... nada, una ligera diferencia de ropa.
Ahora por fin Rano ha descubierto lo que es la nieve. Andar por la nieve, montarse en trineo (con miniasiento para bebés), romper el agua helada al pasar por encima, y poco a poco jugar con Asche.
Ya se va acercando el momento en el que les demos por fin una pelota de tenis y se entretengan solos, pero aún queda un poco para eso. Por ahora nos tendremos que conformar con que interaccionen un poco y se molesten sobre todo.
Por lo demás, el trabajo tranquilo (por una vez, después de la locura del año pasado), la casa tranquila y más o menos limpia, y pocas cosas a la vista.
Un concierto en pareja (¡solos!) y aguantar el tirón del frío. Aunque hay que pensar en positivo, aún estamos en enero y hay que mirar la nieve con ilusión, y no pensar todavía en la mierda blanca.
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