Estatua de Balto en Central Park (Nueva York). |
Hay historias que se te cruzan y te tocan el corazón. Esta semana me ha pasado con la historia del perro Balto y el suero contra la difteria.
En 1925, hace ya 94 años, en una aldea de Alaska llamada Nome se desató un brote de difteria, en el que murieron al menos seis niños.
Ante la necesidad de llevar el tratamiento de antitoxina diftérica hasta la aldea, porque las dosis que tenían estaban vencidas, y con la dificultad de estar el mar congelado y haber una gran tormenta, se decidió llevar el suero en ferrocarril desde Anchorage hasta Nenana y desde allí llevar los medicamentos en trineo arrastrado por perros hasta Nome, recorriendo la friolera de 1085 kilómetros, en lo que se conoció como La carrera del suero a Nome o la Gran Carrera de la Misericordia. Participaron 20 mushers — en su gran mayoría atapascos y nativos de Alaska — y unos 150 perros de trineo, como Balto o Togo que eran de raza husky siberiano.
A Balto se le vio como un héroe nacional, se le levantó una estatua conmemorativa en Central Park y se rodaron incluso tres películas de dibujos animados (de las que solo la primera está basada en la historia real).
Mapa de la La carrera del suero a Nome de 1925 |
He de decir que esta historia me recuerda el hecho de mi padre no murió de difteria gracias a que murió su abuela. Para aclarar, estando en el velatorio de su abuela, empezó a tener la tos característica de la difteria, a tener problemas para respirar y estando el médico de Guadix presente para visitar a la familia, se dio cuenta de lo que era, que en esa época era común, y rápidamente le metió la mano en la garganta y le rompió la pseudomembrana que se le había formado.
Si llega a ser cualquier otra noche del año, es probable que la historia hubiera tenido otro desenlace menos alegre.
La vacuna contra la difteria se desarrolló en 1923. Y ahora queda la pregunta:
¿De verdad no vas a vacunar a tus hijos?
La historia de Balto en la Wikipedia
Cartel de la película Balto (1995) |
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