Este año se ha roto la maldición de la Feria. Ya sin exámenes, sin viajes, sin excusas, y con ganas de subir y gente con quién.
No recuerdo si he llegado a ir estando ya en la carrera, la verdad que tengo mis dudas, pero desde el año que no pude ir por aquello del pie (y en realidad, como causa inicial, por aquello de la fiesta de graduación), no me había tomado la molestia de subir con ganas a tomarme algo.
La mayor sorpresa, la panzá de gente que había de mi edad, y con buena pinta. He de decir que no sabía si serían todo chiquillos de 15 años o padres, pero el caso es que además de las señoras vestidas de gitana y los chicos con ropa, y las chicas con poca ropa, también vi a bastante gente de nuestra edad, e incluso, y esta es la segunda sorpresa de la noche, conocí a alguien.
Algunos dicen que no hay dos Andalucías, y puede ser. El caso es que anoche al menos sí que parecía que estábamos en Andalucía, y me vino la rememoración de un sentimiento de nostalgia, morriña que dicen los gallegos, de los tiempos del instituto, de la juventud, de la ilusión de subir y a ver quién se ve, de el quedar con los padres en las fuentes a una hora y renegociar el quedarse una horica más.
En fin, un poquito de Peter Pan.
Para más inri, esta noche al Guarro, a tomar una cervecita con su buena tapa de lomo alioli.
Ya sólo me queda ver la Tarasca, que este año va peinada y maquillada de Jerónimo Peluqueros, vamos, que todo queda en casa.
Por cierto, este año creo que será la única feria con dos norias.
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