Hace dos años que no escribo por aquí y es que han pasado muchas cosas entre medias.
Al poco de escribir la última entrada, nos tuvimos que despedir de Asche.
Fue una despedida de un día para otro. Echando la vista atrás, estaba claro por las últimas fotos que llevaba meses mal, pero no supimos verlo.
El duelo fue muy duro y largo, especialmente para el más chico de la casa. Nunca pensé que sería tan doloroso tener que acompañar a otra persona mientras una misma vive su propio proceso, pero supongo que es todo parte de ser madre.
Después de nueve meses, en los que lo único que no eché para nada de menos fue que gente extraña me gritase por algo de la perra, llegó Leya a nuestras vidas.
Es una perra maravillosa. El listón estaba muy alto, pero aunque los niños habían tenido una perra mamá y nunca será lo mismo, ella se ha adaptado perfectamente en su rol de perra hermana.
No sé quién es más contestón de los tres, pero ha sido un soplo de viento fresco y otro pequeño añadido a nuestras rutinas.