Parecía que no conseguiríamos ir, pero al final mereció la pena.
Las escalas, la incertidumbre, olvidarme de poner el candao cuando llevo 8 litros de ron en la maleta... todo por probar Pittypanna (patatas con cebolla, de pollo), Strömmingslådor (arenques guisados), Köttbullar (albóndigas!!), desayuno y fika con Kanelbullar (los bollitos esos con canela), algunos H&M, ningún IKEA (dicen que hay, pero nosotras no lo vimos), trenes de precios completamente locos, barns, y muchas risas.
Habrá que repetir en otro momento, aunque por ahora con recuperar el sueño vale ;)
Por cierto, si vais a Linköping y oís: "¡Soy una hooligaaaaan!",... ¡huid!
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