martes, 17 de abril de 2012

Vacaciones moviditas

La verdad que esta semana ha sido bastante buena. Normal y buena, e inesperada sobre todo. Empezó como un regalo del cielo en forma de huelga de pilotos de Iberia. Y como todos los regalos del cielo, lo que (Juan de) dios da, dios te lo quita. Así que lo que empezó bien estuvo a punto de terminar mal, o al menos muy coñazamente, el domingo por la tarde.
Que si overbooking, que si colas, que si ahora te indemnizo con billetes, que si ahora no. Vamos, todo el pack. El pack que hace que Iberia tenga la mala fama que tiene fuera de España y que la gente la evite como la peste en cuanto puede. Porque una cosa es volar barato y que te traten regular, y otra volar caro y que te traten mal.

Pero a lo que iba, lo de menos ha sido eso. Lo mejor ha sido ir a Graná, ver el sol, la Sierra, dar paseos por el carril bici y el parque Federico García Lorca, ver a mis padres. Y bueno, pasar una semana en Madrid con el Marommo, claro.
Al final pasa como todo, que quieres ver a mucha gente y al final parece que no lo has conseguido, que no has descansado o que has hueveado, como en mi caso, demasiados días. Pero es que vaciar un piso cuando todavía se va a vivir en él creo que he aprendido que es de lo más difícil. No que lo haya aprendido ahora, no, pero de una vez para otra creo que lo voy a hacer mejor y siempre resulta que no.
Además ha sido una semana muy divertida en otros aspectos. El Féisbus estaba que echaba humo y cada día había una novedad con la que entretenerse. Que si los nuevos presupuestos, que si ahora recorto en Sanidad y Educación, que si el nieto del Rey, que si el Rey, que si el billete de Metro que me río en vuestra cara... En fin, esas cosas que me dan morriña de España y que a la vez me demuestran que he hecho bien en venirme a pasar el temporal. En la vida hay que ser valiente, pero esta vez ya no me va a tocar más a mí.
Y bueno, también fui al circo. No lo voy a repetir, pero me dio bastante pena. No pena en el sentido malo, sino en el sentido de que duele ver cómo gente que vale tanto está tan desganada. Sé que al final seguramente lo superen, allí o en otro sitio, pero el proceso me entristece. Sobre todo cuando ellos no son los culpables de nada.

Y nada, aquí estamos. Con la bici al trabajo cuando no llueve y un litro de cerveza en el cuerpo a la hora de cenar. Luego me decís que en España no bebo. En este país que no conoce la Coca-Cola Zero ni la cerveza sin alcohol, ¿qué esperáis?

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