Nada de zapatos italianos, vestidos o ropa en general.
Ni siquiera un recuerdo de esos que son imanes para la nevera, o un llavero de las famosas torres.
Y lo más difícil: de la feria de chocolate de la Piazza Nettuno, tan sólo un cucuruchito de chocolate fundido.
Todo el dinero que nos gastamos (propio, claro) fue a parar a "recuerdos" que mi estómago recordará mucho tiempo.
El famoso queso scamorza que nos pidió Mario tan insistentemente, una cuña de gorgonzola, un poco de parmesano para la pasta, la pasta típica claro (tortellini al prosciutto), salami que es un salchichón gordo (salchichonaco :DD) y cómo no, la gran estrella del viaje, la mortadela boloñesa.
Y la mayor parte de esto de una tienda con un dependiente que hablaba español perfectmente, donde las cosas tenían un precio prohibitivo... pero ya se sabe, sarna con gusto no pica, y nuestro primer viaje de negocios y solas se merecía un buen final.
A ver cómo nos apañamos en París la próxima vez...
Mantequería Tamburini
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