jueves, 23 de noviembre de 2006

Lección 1: Aprendiendo a cocinar (I)

Rico rico rico...
... pues la verdad que todavía no he llegao a tanto, pero desde luego estoy cogiendo destreza como pá hacer un programa en la tele sobre "Cómo hacer una comida de tres platos con un solo fuego y comer todo caliente", porque vamos, tela tela.

En fin, por ahora he aprendido varias cosas interesantes sobre la comida en Alemania:

- Los pimientos son de tres colores: verdes, rojos y amarillos.
Pero ninguno tiene la forma de un pimiento verde de los de verdad, alargaíllos y con poca carne, sino que en realidad son pimientos rojos pintaos de colores (literalmente).

- Hay una cosa redonda, verde claro y con hojas, que me regalaron una vez y tiré porque no sabía qué era, pero sí que se come (lo he descubierto después) y se llama Kohlrabi (algo así como rábano-col).
Se prepara con nata (estoy intentando acertar con el tipo de nata adecuada, porque como hay mil tipos: crême fraîche, con hierbas, agria, de postre...), sofriendo con mantequilla y luego cociendo en la nata, añadiendo pimienta pa que se ablande y miel.
En fin, una guarrería, pero el día que lo comí la verdad que estaba bueno.

- Hay otra cosa que se llama Knödel y son pelotas de patata mezcladas con pan.
Es una guarnición que antes se preparaba manualmente, amasando y tal, pero que desde hace unos 10 años se vende para torpes, en bolsitas de plástico con la mexcla, se hierven tal cual y luego se les quita la bolsica, y... ¡voilà! Aparecen las bolicas to bien hechas y listas pa comer.
Ahora me queda probar a hacerlas yo sola, a ver si es tan fácil o se pueden estropear

- Y por último, el gran descubrimiento: las coles de Bruselas (es que estamos aquí al lao), que hay por tós sitios y son frescas.
Éstas sí que las tengo ya dominás, que anda que no cunde la mardita bolsa. Se pelan, se les quitan las hojas que son más duras, se realiza una incisión en forma de cruz en la base (frikiiiiiiiiiiiii) y se echan a cocer. Cuando están cocidas (ya hasta tengo intuición!!!) se sacan y se echan en una sartén con un pelín de aceite/mantequilla y azúcar. Sí hijos míos, aquí está la gracia. Al pasarlas un poquillo con el azúcar por fuera, al comerlas no se nota tanto el amarguillo de dentro.

En fin, ahora que estaréis tan agradecidos de que os haya iluminado con mi sabiduría (igual debería escribir un libro... ), ya no tenéis que seguir comiendo comida basura. Os partís una salchicha y un par de coles, y listo...



PS: Cuando ya creía que empezaba a tenerlo todo controlado, la cocina me ha dado un revés: ¡¡se me ha congelado un huevo!!
Literalmente. Pero si es que... ¡¿¿a qué alemán insensato se le ocurrió poner en las neveras un congelador sin puerta??! En fin, pa la próxima ya sé que los huevos NO se ponen en la huevera de plástico, que se congelan.

Lección 2: Aprendiendo a reciclar

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